UR-VANO
lo vano y lo urbano
marzo 27, 2015
Donde existe Dios
octubre 17, 2013
Corrientes
¿Te gustó? Bueno, de qué otra forma podía ser escrito un relatito que se llame Corrientes.
marzo 20, 2013
Los poetas, la verdad
febrero 23, 2011
Solamente A Veces
No hay una sensación más refrescante que la de estar acostado en una cama que no es la tuya y comenzar a adaptar lentamente el cuerpo a su dureza, mirar irremediablemente el techo, un nuevo techo con una luz diferente y un novedoso olor a nada. Estar cómodo, sin zapatos, sin medias, en cortos y camiseta. Empezar a dormirse porque nadie te molesta, nadie se preocupa por que estés ahí, cerrar los ojos y ya está.
La cama, que no es la tuya, tampoco es la de tu novia, ni la de ninguno de los que viven en tu casa, ni de alguno de los que viven en la casa de tu novia. No, no es de ningún amigo tuyo, tampoco de ella, no es de nadie que trabaje contigo ni de algún conocido de tu familia. ¡Ya sé! De un amigo de un amigo. No, no es de nadie.
En realidad es una pobre cama sin dueño, pero no está tan fácil, es que no es de un hotel, ni de un motel, ni de una finca. Es una cama tan prostituta como la de un prostíbulo, pero bueno, aquí sólo cabe uno, lo juro.
A tu lado, en otra de estas escasas camitas, reposa otro ser que te dobla en años, del sexo opuesto, con vestiduras que bien podría lucir alguien de la mitad de tus años, disfrutando la misma sensación –espero– en una cama tan especial como la que te sostiene.
Solamente a veces se puede disfrutar de un placer tan exclusivo cuando vas a hacer fisioterapia.
noviembre 02, 2010
Fábulas Modernas sobre Religiones: El Apocalipsis
octubre 12, 2010
Pedazos de Película: Fútbol (Parte 1)
Ahí está el jugador de fútbol amateur, ese jugador promedio de barrio, que anhela cada jugada con todo su talento, que se levanta pensando en el partido, que quiere demostrar que ese día hay cosas igual de importantes pero que sabe que no puede esperar más a que empiece el cotejo. Con sus medias largas, pantaloneta brillante, camiseta con cualquier numero atrás y alguna cosa parecida a unos guayos en sus pies empoderados, listo para salir a jugar, a meter un buen pase, a hacer un amague, a sacarse a dos, a hacer un ocho, a meter un gol y si acaso, a ganar.
El más cercano a lo profesional de sus partidos lo juega en una cancha de 11 contra 11, con porterías donde se pueden meter tiros libres con comba, definitivamente el templo del deporte más hermoso del mundo, no importa si es arenilla, grama o sintética, más perfecta si tiene un pedazo de tribuna, sea de 2 o 3 escaleras de cemento, madera o metal oxidado; ah pero eso sí con árbitro, y si tiene la suerte de haber llegado a una final, con jueces de línea inclusive. Nada que envidiarle al Camp Nou.
Bien parado en la posición que le corresponde, mirando el centro del terreno de juego esperando el pitazo inicial, pocos habrán en la tribuna, pero suficientes para imaginarse él mismo en tercera persona. Y aquí viene con toda nuestro querido futbolista amateur, que algunas veces cuenta con la suerte de salir a observarse dejando en su cuerpo el talento, otras veces se le merma, y algunas otras lo deja por completo sin talento; suena el pitazo pero sin entender bien que ya empezó, entonces recibe el primer pase, con absoluta dificultad como aprendiendo a jugar, intenta pasarla de nuevo con una pierna que ahora le pesa 100 Kilos pero el balón no avanza, el rival la coge, queda frente al arquero y gol. Tragedia absoluta.
La película se va, el jugador vuelve al cuerpo, descubre que la cagó y esconde sus labios sin morderlos mirando hacia abajo. Aún está en cámara lenta, algunos le gritan, otros le dan palmadas, el portero está en el piso, el delantero rival pasa al lado y ni lo mira, va de vuelta y ya cobró por ventanilla. En la tribuna se oye el clásico grito “¡tranquilo que el partido apenas acabó de empezar, faltan 90 minutos, vamos que se puede, vamos!” pero que va, el partido ya terminó para el jugador amateur, no importa a qué altura están las medias, ni el amarrado de los guayos.
julio 13, 2010
El Equilibrio Oblicuo
El mundo es relativo. Mal costumbre la nuestra en haber entendido el equilibrio como una balanza. La balanza se mira una vez y se juzga si está o no en equilibrio. No es justo, no hay revancha, no hay tiempo, es un instante. No hay nada que decir ni argumentar, se está o no. Parece como de un loco este criterio para juzgar o tal vez de un dios exigente.
Se nace y se muere. Hay que esperar, hay que vivir. Al final te miden o te medís. ¿Se puede elegir?
Los más crédulos esperan una recompensa más allá de lo evidente, una vida de sacrificios para que después la balanza se incline a favor. ¿Cuándo? Después. ¡No veo! Yo tampoco. ¿Y si no? ¡Calláte que perdés puntos! Los crédulos esperan, los que no, aprenden a no esperar.
Entonces, el crédulo cree en el desequilibrio y el incrédulo en el equilibrio. No parece muy lógico pero se puede entender.
Si fallas en el deber te toca pasar al hacer, sí porque a nadie le gusta hacer, entonces al que falla lo ponen a hacer. El hacer está garantizado por el errante humano, en el desequilibrio perfecto.
Un mandamiento obliga a hacer o a no hacer, obliga la razón sin dejarla pensar, la pone en desuso, la desestima, la encierra. Se nubla el presente, se pierde el equilibrio, pero la búsqueda no para, entonces se sueña con después. El efecto de un deber es otro deber: 2 veces un deber inclina la balanza.
El efecto de un derecho es un deber. En lugar de advertir que no me maten o que no maten yo elijo el derecho a vivir, vivir el derecho es el primer y único paso para el verdadero deber. Yo vivo y no mato. “Pienso luego existo”. Hay que soltar la razón en el límite de los derechos: 1 derecho y 1 deber genera equilibrio.
El crédulo termina desconfiando del otro, el incrédulo cree en él y por ende en los demás; Esta contradicción genera una sola razón, el crédulo se cae y el incrédulo se mantiene.
junio 08, 2010
Un Fresquito en el Aire
Viernes. Me toca amanecer en Ibagué, el lanzamiento es a las 5:30 de la tarde y el último vuelo a Bogotá es a las 6:05, no alcanzo. Bueno, me madrugo el sábado y me devuelvo en el vuelo de las 6:55 de la mañana, si no está cerrado el aeropuerto como de costumbre.
Siempre le pido la ventanilla a la niña del counter. Esta vez me atendió una morena con lentes de contacto verdes que no terminaban de ajustarse a su cara, nunca supe si la estaba mirando a ella o a los lentes “No hay ventanilla en el vuelo Medellín - Bogotá, pero sí le tengo para el de Bogotá - Ibagué”. Me aburre estar en el pasillo, ¿para dónde mira uno? En bus, en taxi o en avión, siempre prefiero la ventanilla.
No suelo llevar afán, para qué si ya tengo la silla asignada; además siempre llevo equipaje de mano, una mochila, y si es del caso la guardo debajo del asiento de adelante. Tampoco he podido entender el comportamiento de la gente cuando para el avión y se paran de la silla inmediatamente, se quedan ahí 10 minutos inclinados y con el cuello retorcido esperando tontamente que la fila avance, con la puerta cerrada. Cuando pasa que alguien está en mi ventanilla le pregunto con voz amable pero firme, ¿qué silla tiene? Me parece increíble que la gente no pueda identificar cuál es su silla y que para colmo de males se pongan de mal genio, es una situación extraña pero la disfruto.
Entré casi de último al Fokker 50 rumbo a Ibagué después de bajarme del busesito rojo.
Y ahí estaba, otra vez alguien en mi ventanilla.
Pero esta vez no pregunté como de costumbre, esta vez fue diferente: Una señora ya de edad, medio robusta, con sus ojos totalmente cerrados, desparramada sobre la silla y recostada en la ventanilla; ama y señora de la 20K. Nada que hacer, me resigné y me senté a su lado sin saber para donde mirar.
Lo primero que noté fue su blusita de tela medio acartonada, de un rosado intenso, fucsia para ser más exactos, pero no muy fashion, seguro le gustó la tela por su textura rugosa de punticos alargados y se la llevó a su sastre de confianza para que le hiciera una prenda a su medida como de costumbre. Pelo corto y ondulado tinturado de café medio naranja. Esperé ver un maquillaje intenso y fucsia en sus párpados, pero para mi sorpresa, era bastante sobrio. Sin duda la señora se llamaba Rosalba.
Empecé a sentir un leve mareo. Claro, es que el avión se estaba moviendo pero yo no podía ver, y además en reversa. Casi no me logro adaptar cuando pude mirar por la ventana de Rosalba. Siempre me pasa cuando el avión está en la pista y yo en pasillo, sin saber para donde mirar.
Aparte de mi manilla verde, yo llevaba puesta una camiseta tipo polo también verde. La excusa perfecta del color de la marca que iba a representar y además de mi partido. Algo divertido para lucir atravesando el país, una valla móvil de esperanza y autenticidad.
“Hemos comenzado el descenso”, se oyó. Eso despertó por fin a Rosalba quien trato de incorporarse de inmediato, mirando a su compañero de viaje y recomponiendo su postura.
Entonces, un momento después me preguntó:
- Rosalba: Oiga, ¿usted si votó por Mockus, o no votó?
Yo feliz porque alguien había notado el código verde, y fingiendo no haberme sorprendido le respondí a su acento bogotano sin saber de qué lado estaba ella:
- Mauricio: Sí, claro!
- R: ¿Y va a votar por él en segunda?
- M: Hombre claro que sí, está muy difícil, pero no imposible. Y hay que apoyar, si los que votamos por él no lo hacemos, entonces estamos fregados.
- R: Pues sí, tiene razón.
Después de haber contestado dos de sus preguntas me tocaba el turno.
- M: Y usted, ¿por quién voto en primera y por quién va a votar en segunda?
- R: Yo también vote por Mockus, pero está muy difícil para la segunda vuelta.
- M: Sí sí, está complicado, pero no imposible. –Insistí–.
- R: No si claro, yo voy a volver a votar por Mockus en segunda, hay que apoyar.
- M: A mí me da desilusión por que a la gente no le gusta oír la verdad. Santos jura en todos los debates que no va a subir los impuestos, pero lo cierto del caso es que le va a tocar subirlos. Hasta su mismo asesor económico, Juan Carlos Echeverri, dice que si en unos años ven que no alcanza el presupuesto entonces subirán los impuestos. A mí me parece más sensato que Mockus lo diga de una vez, así no sea algo muy popular.
- R: Sí, es que fíjese que el hueco fiscal no es de 3.5% como dicen ellos, sino que puede llegar a ser del 4.5%. Lamentablemente esas son politiquerías y discursos populares para conseguir votos.
Me sorprendió gratamente su respuesta, sobre todo por la tranquilidad con que lo dijo y por sus años, y me aseguré entonces que ser verde no es de jóvenes locos, sin criterio y rebeldes como se dice por ahí.
- R: ¿Y usted está trabajando en la campaña con Mockus, viene para Ibagué a hacer campaña?
- M: No, yo no estoy trabajando directamente en la campaña pero sí he hecho campaña con mis amigos, compañeros de trabajo y familiares; libre e individual, con sentido de responsabilidad.
Rosalba se sonrió, creo que con algo de aprobación y ternura de mamá.
- R: Yo en cambio soy empleada pública, por eso no se me permite hablar mucho del tema político. ¿Y entonces a qué viene?
- M: Vengo a hacer un lanzamiento ahorita a las 5:30 y me regreso mañana temprano en el primer vuelo. ¿Y usted?
- R: Vengo a dar unas clases, doy una hoy, mañana sábado la otra y me devuelvo.
- M: ¿Y viene a dar clases de qué?
- R: De impuestos.
- M: Ah, entonces usted si sabe de lo que habla.
- R: Sí, claro!
Y entonces, al lado de Rosalba, sentada en mi silla, sentí un fresquito en el aire.