No soy un poeta.
No porque no encuentre los adjetivos perfectos,
el ritmo y las siluetas literarias para describir con precisión los más
profundos sentimientos, sino porque estoy convencido de que los poetas dicen la
verdad.
Sí, lo leí en el último artículo de Hector Abad sobre Piedad Bonnett, lo oí en las canciones de amor
rosadas sin éxito de un no-cantante desconocido, y en la amargura y el caos de una canción sobre el final de un amor de un compositor exitoso.
Qué importa quiénes son, los poetas se reconocen
a simple vista entre los que no somos poetas o somos simples mortales, porque
nos generan algo de incomodidad o vergüenza combinada con una admiración que no
llega a ser envidia.
Y es que como carezco de esa capacidad poetiza,
no llego al punto de querer andar siempre desnudo, gritando la verdad con un
cartel en la frente, sellándola en cada palabra que digo o escribo. Como dice
Fito Páez, no quiero “vivir atormentado de sentido”, en una canción que es pura poesía.
No soy un poeta y no me gusta la poesía.
Prefiero andar vestido siempre. No tanto porque
me avergüence de mi desnudez sino porque prefiero tener la posibilidad de ser
siempre distinto, de lucir de otra forma, de cambiar. Sí, admiro más a los
magos que a los poetas, a los actores, que encarnan siempre un personaje
diferente, a los escritores que inventan personajes e historias de ficción. A
Poe, a Stephen King, a Cortázar, a García Márquez, a Capote y hasta a Saramago,
el más realista, que también sucumbió al arte de crear misterios, vidas truncadas
e imperfectas.
Como dice Hector Abad en su artículo, “De los
poetas uno se espera la verdad, y Piedad Bonnett es ante todo poeta, y gran
poeta: por eso su libro, sin hacerle honor a su nombre, es despiadadamente
cierto, despiadadamente verdadero y, por esto mismo, despiadadamente valiente.
La valentía consiste en decir la verdad a pesar de que a muchos no les guste
oírla, a pesar del dolor inmenso de tener que desgarrarse para decirla”.
No soy valiente.
Y me atrevo a decir que los Poe y los King, los
más crudos y sangrientos, o los Cortázar y los Gabos, los más pintorescos,
tampoco lo son. Los que no somos poetas somos unos cobardes que ya no sabemos
cuál es la verdad, si la que vivimos o la que escribimos.
Pero admiro a los Poetas.
Entonces mañana iré a una librería y compraré Lo que no tiene nombre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios?