noviembre 02, 2010
Fábulas Modernas sobre Religiones: El Apocalipsis
octubre 12, 2010
Pedazos de Película: Fútbol (Parte 1)
Ahí está el jugador de fútbol amateur, ese jugador promedio de barrio, que anhela cada jugada con todo su talento, que se levanta pensando en el partido, que quiere demostrar que ese día hay cosas igual de importantes pero que sabe que no puede esperar más a que empiece el cotejo. Con sus medias largas, pantaloneta brillante, camiseta con cualquier numero atrás y alguna cosa parecida a unos guayos en sus pies empoderados, listo para salir a jugar, a meter un buen pase, a hacer un amague, a sacarse a dos, a hacer un ocho, a meter un gol y si acaso, a ganar.
El más cercano a lo profesional de sus partidos lo juega en una cancha de 11 contra 11, con porterías donde se pueden meter tiros libres con comba, definitivamente el templo del deporte más hermoso del mundo, no importa si es arenilla, grama o sintética, más perfecta si tiene un pedazo de tribuna, sea de 2 o 3 escaleras de cemento, madera o metal oxidado; ah pero eso sí con árbitro, y si tiene la suerte de haber llegado a una final, con jueces de línea inclusive. Nada que envidiarle al Camp Nou.
Bien parado en la posición que le corresponde, mirando el centro del terreno de juego esperando el pitazo inicial, pocos habrán en la tribuna, pero suficientes para imaginarse él mismo en tercera persona. Y aquí viene con toda nuestro querido futbolista amateur, que algunas veces cuenta con la suerte de salir a observarse dejando en su cuerpo el talento, otras veces se le merma, y algunas otras lo deja por completo sin talento; suena el pitazo pero sin entender bien que ya empezó, entonces recibe el primer pase, con absoluta dificultad como aprendiendo a jugar, intenta pasarla de nuevo con una pierna que ahora le pesa 100 Kilos pero el balón no avanza, el rival la coge, queda frente al arquero y gol. Tragedia absoluta.
La película se va, el jugador vuelve al cuerpo, descubre que la cagó y esconde sus labios sin morderlos mirando hacia abajo. Aún está en cámara lenta, algunos le gritan, otros le dan palmadas, el portero está en el piso, el delantero rival pasa al lado y ni lo mira, va de vuelta y ya cobró por ventanilla. En la tribuna se oye el clásico grito “¡tranquilo que el partido apenas acabó de empezar, faltan 90 minutos, vamos que se puede, vamos!” pero que va, el partido ya terminó para el jugador amateur, no importa a qué altura están las medias, ni el amarrado de los guayos.
julio 13, 2010
El Equilibrio Oblicuo
El mundo es relativo. Mal costumbre la nuestra en haber entendido el equilibrio como una balanza. La balanza se mira una vez y se juzga si está o no en equilibrio. No es justo, no hay revancha, no hay tiempo, es un instante. No hay nada que decir ni argumentar, se está o no. Parece como de un loco este criterio para juzgar o tal vez de un dios exigente.
Se nace y se muere. Hay que esperar, hay que vivir. Al final te miden o te medís. ¿Se puede elegir?
Los más crédulos esperan una recompensa más allá de lo evidente, una vida de sacrificios para que después la balanza se incline a favor. ¿Cuándo? Después. ¡No veo! Yo tampoco. ¿Y si no? ¡Calláte que perdés puntos! Los crédulos esperan, los que no, aprenden a no esperar.
Entonces, el crédulo cree en el desequilibrio y el incrédulo en el equilibrio. No parece muy lógico pero se puede entender.
Si fallas en el deber te toca pasar al hacer, sí porque a nadie le gusta hacer, entonces al que falla lo ponen a hacer. El hacer está garantizado por el errante humano, en el desequilibrio perfecto.
Un mandamiento obliga a hacer o a no hacer, obliga la razón sin dejarla pensar, la pone en desuso, la desestima, la encierra. Se nubla el presente, se pierde el equilibrio, pero la búsqueda no para, entonces se sueña con después. El efecto de un deber es otro deber: 2 veces un deber inclina la balanza.
El efecto de un derecho es un deber. En lugar de advertir que no me maten o que no maten yo elijo el derecho a vivir, vivir el derecho es el primer y único paso para el verdadero deber. Yo vivo y no mato. “Pienso luego existo”. Hay que soltar la razón en el límite de los derechos: 1 derecho y 1 deber genera equilibrio.
El crédulo termina desconfiando del otro, el incrédulo cree en él y por ende en los demás; Esta contradicción genera una sola razón, el crédulo se cae y el incrédulo se mantiene.
junio 08, 2010
Un Fresquito en el Aire
Viernes. Me toca amanecer en Ibagué, el lanzamiento es a las 5:30 de la tarde y el último vuelo a Bogotá es a las 6:05, no alcanzo. Bueno, me madrugo el sábado y me devuelvo en el vuelo de las 6:55 de la mañana, si no está cerrado el aeropuerto como de costumbre.
Siempre le pido la ventanilla a la niña del counter. Esta vez me atendió una morena con lentes de contacto verdes que no terminaban de ajustarse a su cara, nunca supe si la estaba mirando a ella o a los lentes “No hay ventanilla en el vuelo Medellín - Bogotá, pero sí le tengo para el de Bogotá - Ibagué”. Me aburre estar en el pasillo, ¿para dónde mira uno? En bus, en taxi o en avión, siempre prefiero la ventanilla.
No suelo llevar afán, para qué si ya tengo la silla asignada; además siempre llevo equipaje de mano, una mochila, y si es del caso la guardo debajo del asiento de adelante. Tampoco he podido entender el comportamiento de la gente cuando para el avión y se paran de la silla inmediatamente, se quedan ahí 10 minutos inclinados y con el cuello retorcido esperando tontamente que la fila avance, con la puerta cerrada. Cuando pasa que alguien está en mi ventanilla le pregunto con voz amable pero firme, ¿qué silla tiene? Me parece increíble que la gente no pueda identificar cuál es su silla y que para colmo de males se pongan de mal genio, es una situación extraña pero la disfruto.
Entré casi de último al Fokker 50 rumbo a Ibagué después de bajarme del busesito rojo.
Y ahí estaba, otra vez alguien en mi ventanilla.
Pero esta vez no pregunté como de costumbre, esta vez fue diferente: Una señora ya de edad, medio robusta, con sus ojos totalmente cerrados, desparramada sobre la silla y recostada en la ventanilla; ama y señora de la 20K. Nada que hacer, me resigné y me senté a su lado sin saber para donde mirar.
Lo primero que noté fue su blusita de tela medio acartonada, de un rosado intenso, fucsia para ser más exactos, pero no muy fashion, seguro le gustó la tela por su textura rugosa de punticos alargados y se la llevó a su sastre de confianza para que le hiciera una prenda a su medida como de costumbre. Pelo corto y ondulado tinturado de café medio naranja. Esperé ver un maquillaje intenso y fucsia en sus párpados, pero para mi sorpresa, era bastante sobrio. Sin duda la señora se llamaba Rosalba.
Empecé a sentir un leve mareo. Claro, es que el avión se estaba moviendo pero yo no podía ver, y además en reversa. Casi no me logro adaptar cuando pude mirar por la ventana de Rosalba. Siempre me pasa cuando el avión está en la pista y yo en pasillo, sin saber para donde mirar.
Aparte de mi manilla verde, yo llevaba puesta una camiseta tipo polo también verde. La excusa perfecta del color de la marca que iba a representar y además de mi partido. Algo divertido para lucir atravesando el país, una valla móvil de esperanza y autenticidad.
“Hemos comenzado el descenso”, se oyó. Eso despertó por fin a Rosalba quien trato de incorporarse de inmediato, mirando a su compañero de viaje y recomponiendo su postura.
Entonces, un momento después me preguntó:
- Rosalba: Oiga, ¿usted si votó por Mockus, o no votó?
Yo feliz porque alguien había notado el código verde, y fingiendo no haberme sorprendido le respondí a su acento bogotano sin saber de qué lado estaba ella:
- Mauricio: Sí, claro!
- R: ¿Y va a votar por él en segunda?
- M: Hombre claro que sí, está muy difícil, pero no imposible. Y hay que apoyar, si los que votamos por él no lo hacemos, entonces estamos fregados.
- R: Pues sí, tiene razón.
Después de haber contestado dos de sus preguntas me tocaba el turno.
- M: Y usted, ¿por quién voto en primera y por quién va a votar en segunda?
- R: Yo también vote por Mockus, pero está muy difícil para la segunda vuelta.
- M: Sí sí, está complicado, pero no imposible. –Insistí–.
- R: No si claro, yo voy a volver a votar por Mockus en segunda, hay que apoyar.
- M: A mí me da desilusión por que a la gente no le gusta oír la verdad. Santos jura en todos los debates que no va a subir los impuestos, pero lo cierto del caso es que le va a tocar subirlos. Hasta su mismo asesor económico, Juan Carlos Echeverri, dice que si en unos años ven que no alcanza el presupuesto entonces subirán los impuestos. A mí me parece más sensato que Mockus lo diga de una vez, así no sea algo muy popular.
- R: Sí, es que fíjese que el hueco fiscal no es de 3.5% como dicen ellos, sino que puede llegar a ser del 4.5%. Lamentablemente esas son politiquerías y discursos populares para conseguir votos.
Me sorprendió gratamente su respuesta, sobre todo por la tranquilidad con que lo dijo y por sus años, y me aseguré entonces que ser verde no es de jóvenes locos, sin criterio y rebeldes como se dice por ahí.
- R: ¿Y usted está trabajando en la campaña con Mockus, viene para Ibagué a hacer campaña?
- M: No, yo no estoy trabajando directamente en la campaña pero sí he hecho campaña con mis amigos, compañeros de trabajo y familiares; libre e individual, con sentido de responsabilidad.
Rosalba se sonrió, creo que con algo de aprobación y ternura de mamá.
- R: Yo en cambio soy empleada pública, por eso no se me permite hablar mucho del tema político. ¿Y entonces a qué viene?
- M: Vengo a hacer un lanzamiento ahorita a las 5:30 y me regreso mañana temprano en el primer vuelo. ¿Y usted?
- R: Vengo a dar unas clases, doy una hoy, mañana sábado la otra y me devuelvo.
- M: ¿Y viene a dar clases de qué?
- R: De impuestos.
- M: Ah, entonces usted si sabe de lo que habla.
- R: Sí, claro!
Y entonces, al lado de Rosalba, sentada en mi silla, sentí un fresquito en el aire.abril 14, 2010
Cómo Perder El Sentido Común
Veo a muchos que conozco pero no les hablo, en cambio hablo con muchos que no conozco.
La fórmula:
Diariamente vas a entrar a un recinto a convivir con aproximadamente 73, cada uno tiene nombre, apellido, forma de decirle, lugar, función, tiempo transcurrido, ah y un código a dónde llamarlo... y también una posición. Cada uno es una forma totalmente novedosa, un nuevo tono de voz que puede no coincidir con su apariencia, una apariencia para intuir algo, para deducir una nueva historia; parecen muy extraños, sólo unos pocos parecen como familiares. Es como entrar a un avión lleno y ver que de repente todos los pasajeros son tus amigos, como un puñado aleatorio de cierto pedazo de la ciudad que está ahí, lo que pasa es que desde el piloto hasta el último pasajero ya se conocen y acabas de entrar, solo y con cara de no saber qué cara poner. Igual, todos te dan la bienvenida al nuevo recinto de cemento y pantallas de una forma realmente formal y calurosa. Sin embargo algunos de entrada te previenen sobre lo difícil y tortuoso que puede ser el recinto, oh sí, con la resignación desbordada por toda la cara y esperando que te pase lo mismo con media sonrisa en la boca, y tu pones cara de no saber qué cara poner.
Estarás allí mientras el sol esté en el cielo, no es que te quieran proteger del sol, sino que al parecer es mejor estar en el recinto todo el día, y vos ya.
También existen por lo menos otros 25, pero viven por fuera y al igual que los anteriores tienen nombre, apellido, forma de decirle, un recinto con nombre y color diferente al tuyo, pero en muchos casos no se sabe qué función o posición tienen. Estos pueden vivir en otra ciudad o país, nunca los ves, quizá nunca los verás, les conoces la voz y si acaso te formas una figura en la mente, un color o un lugar abstracto para relacionarlo cuando toque otra vez, y sí que los necesitas.
Vamos en 98.
Ahora te comunicas por escrito, porque es mejor que todo quede por escrito. Es que las palabras habladas no valen tanto. Se cambia de tono al escribir o hablar en una reunión; lo mejor de todo es que hay algunas especies que se jactan de no haber sido los mejores en matemáticas pero se nota a leguas que tampoco lo fueron en español, son simplemente talentos escondidos o a lo mejor tienen un contagio temporal del virus.
Te vistes como dice el manual, es tan efectivo que hasta se ven camisas, pantalones, aretes, zapatos, relojes, pulseras y accesorios repetidos. Lo mejor es un cinturón que te quiere partir en dos, que no te deja mover muy bien, pero vas a ver lo bien y erguido que vas a caminar con la camisa por dentro. No es que los brazos de los hombres sean feos y no se pueden mostrar, pero alrededor de la muñeca debe ir el extremo de la camisa asegurado con un botón, no sé, pero tampoco puedes doblar bien el codo porque se te mete un montón de tela en la comisura, ah y los zapatos son como para un mostrador de tienda porque nunca los escogerías para ir de paseo o para caminar más de 2 cuadras un domingo, ni siquiera para ir a cine.
Allá harás lo que mejor sabes hacer en tu vida, 5 años para hablar y sentarse, escribir, contestar, preguntar, escribir, pedir, recibir, nunca recibir, nunca pedir… y entonces, nunca pensar. Hay una constante lluvia de tensiones aleatorias y tu puedes ser el elegido algún día. ¿Hoy llovió, tembló? Cuándo, no sé. ¿Que en EEUU qué? ¿Fútbol, cuándo hay fútbol? No he almorzado y ni siquiera desayuné. No se le ocurrió antes que era más fácil enviarlo por mail a que lo enviaran desde el otro lado del mar en CD. ¿Es que no ve que eso no es verde sino gris?
¿Cuándo vivir? No pero estoy cansado. Hay que ir. A hablar y sentar, escribir, hacer, contestar, preguntar, escribir, pedir, recibir, nunca recibir, nunca pedir… y entonces, nunca pensar.
El tema de que todo es un tema definitivamente es un tema. Finalmente “pienso que definitivamente este es un tema fundamental al que tenemos que hacerle un buen proceso, revisarlo y velar porque se ejecute bien, porque de lo contrario no vamos a tener un buen resultado. Propongo que le hagamos seguimiento al tema cada semana si es necesario”. Sorprendente no?
Y pueden llegar a ser 120ypunta.
Después de un tiempo te preguntarás, ¿y quién manda en el recinto? O peor aún, ¿cuál es tu casa?
El resultado: Puede tardar un buen tiempo en notarlo, pero se garantiza la efectividad del virus en un mes.
2010
febrero 09, 2010
Menuda Normalidad
Como las novedades siempre causan asombro e interés, gran parte de los pensamientos de ahí en adelante se encarrilan al análisis de tal novedad. Por eso es cierto que quien no pierde su capacidad de asombro y quien puede notar singularidades en las situaciones normalmente normales para el normal de la gente puede desmenuzar más a menudo situaciones menudas con el fin de... –no, sin el fin, pues esto resulta bastante espontáneo– más bien, abriendo un sinfín de posibilidades de análisis que llevan a un nuevo espacio en el razonamiento, encontrando cada vez nuevas piecitas para meter en sus cajones, obteniendo así una mente más completa y porqué no, compleja.
De lo anterior se deduce que un cerebro nutrido proviene de una intención analista y autocrítica que se traduce en autenticidad y poder creativo.
Por eso amigo lector, no deje de montar en bus, hacer recorridos a pie, hablar con taxistas, guardar silencio, jugar con mascotas, escuchar música y escribir, porque a menudo, resultan cosas más interesantes de lo normal.
Marejada de Colores, 2005
Teléfono Roto
¡Riiing!
¡Riiing!
¡Riiing!
– ¿Aló?
– quiubo tía.
– ah bien tía, gracias.
– no nadita, estudiar juicioso como siempre.
El morral cruzado sobre su hombro derecho le hizo sentir que estaba de afán, pues lo primero que hizo después de girar las dos cerraduras para abrir la puerta fue contestar el teléfono, aún sin prender la luz en ese Jueves de noche cálida de Septiembre que le advirtió que en casa no había nadie y que saciar el hambre que llevaba le iba a costar más tiempo y esfuerzo que de costumbre.
– no, no está.
– tampoco está, es que yo acabe de llegar de la universidad y aquí no hay nadie.
– no ni idea tía.
Claro que perdió su afán luego de conocer que tendría que prepararse la comida por sí mismo y que entonces esta no sería una muy parecida a la que tenía en mente camino a su casa; prendió la luz y se distrajo reparando en el espejo su apariencia, su camiseta y su jean roto mientras erguía su espalda y sus hombros para parecer mejor, e ignoraba a medias la conversación telefónica que sostenía con su tía, pues ambos se sabían de memoria el protocolo de este tipo de llamadas.
– ah sí, eso me contaron.
– sí, muy bueno.
– (...)
– aja.
– claro...
– no, pues si querés tía apenas llegue le digo que te llame... ¿o le querés dejar alguna razón?
– aja.
– aja...
– mmmm...
– ah bueno tía.
– ok.
– bueno pues.
– bueno...
– gracias tía.
– aja.
– sí, claro.
– listo.
– bueno.
– bueno chao.
– chao.
Colgó el teléfono y se sentó de espaldas al espejo en una sillita café, y sin quitarse el morral sacó de allí un cuaderno para ver el dibujo de un personaje japonés que había hecho en clase de 6 de la tarde mientras el profesor resolvía con detalle un examen que no le interesaba, pero como en ese momento escapar del salón le pareció un gesto grosero, prefirió dibujar en las últimas hojas de su cuaderno para lograr distraerse.
Ahí, sentado en casa, mientras observaba de nuevo el dibujo y recordaba las vagas palabras del profesor y la de sus compañeros pidiendo explicaciones o haciendo reclamos estúpidos para parecer muy interesados en la materia develando tontamente su interés material por la nota, se sintió de nuevo flotando en el pequeño salón de clase, en donde al levantar la mirada podía verlo todo desde más lejos y en cámara lenta, y paradójicamente, era así como el tiempo volaba y daban las 7:30pm para poder irse a su casa. Entonces, ahí sentado sintió repentinamente la necesidad de levantar la mirada del dibujo para observar la casa, pero no logró escapar de su estado levitante y ahora extraño, pues resultó que fue uno de esos momentos en los que fatalmente se cae en cuenta de los detalles de un sitio tan crudamente común como la sala de la propia casa, y la vio diferente y se sintió ajeno y raro. Por más que reparaba en cada detalle no lograba safarse de su incomodidad, entonces se paró y rápidamente se volteó para mirarse al espejo, pero no funcionó. Se encontró enfrente con alguien igual a él pero no lograba reconocerlo, era como un extraño déjà vu. Mejor o peor, este último encuentro con su imagen apenas lo sorprendió al darse cuenta que no sentía ni miedo ni más rareza o incomodidad, sino vacío o lleno de nada, pero con oído y vista, aunque ya no más gusto, olfato ni tacto.
Sonó el timbre.
Escuchó voces afuera.
Mientras se alejaba del espejo alcanzó a reconocer la voz de su mamá y su papá riendo y la de un joven regañándolos por haber tocado el timbre sin recordar que no había nadie en casa; esta última le era una voz muy familiar, tal vez la de uno de sus hermanos, pero luego pensó nunca haberla oído antes. Escuchó las llaves entrando en la cerradura y abriendo la puerta. Pudo ver delante del personaje de la voz joven como efectivamente entraban su mamá y su papá, quienes al pasar se preguntaron mirando hacia atrás “¿quién dejó esta luz prendida?” Ahí parado quiso acercarse a responderle a sus padres para sorprenderlos y contarles lo aliviante que era saber que habían llegado porque podrían preparar juntos algo de comer; sin embargo, aparte de que por más que lo intentó la voz no le salió, escuchó cómo la voz joven cerrando la puerta respondía “yo no fui” y crudamente volvió a la misma sensación de la escena del espejo… ¡era él mismo!, aunque ahora sí logró reconocerse, vivo, era otro, pero él mismo. Parado enfrente del espejo siguió observándose inmóvil con el mismo vacío que no pudo dejar de lado y mientras su mamá pasaba hacia el interior de la casa se miro al espejo, la pudo ver de frente, y entonces entendió que nadie notara su presencia ni pudiera verlo.
Le dio una última mirada a su otro yo y salió vagamente de la casa sin abrir la puerta, para siempre.
2008